La Palabra y la oración nos unen y nos dan fuerzas…
Hay hechos en la vida que nos marcan en lo profundo. Puede ser al comienzo, o en el medio de nuestros días, pero ese evento quedará en nuestra memoria para siempre. A veces son secretos y en otras ocasiones son hechos que sentimos que podemos relatar. En todos los casos, son constitutivos de quienes somos. Sara se rio de las visitas, pero luego vio como el Señor cumplía en ella su promesa; Jonás huyó de Dios pero más tarde comprendió que su misión debía llevarla a cabo como se lo había indicado; Saulo de Tarso tuvo su marca en la vida camino a Damasco. Luego de eso cada uno durmió tranquilo al saber que el plan de Dios se cumplía en sus vidas. Hoy narramos la marca en la vida de Mary David Allen. Ella nos la contó una tarde y su historia merece ser conocida. A través de su historia deseamos agradecer a Dios por cada niño y niña con que nos alegra la vida. Proverbios 3:21-24 nos inspira:
Hijo mío, no se aparten estas cosas de tus ojos: guarda la Ley y el consejo, 22 que serán vida para tu alma y gracia para tu mente. 23 Entonces andarás por tu camino confiadamente y tu pie no tropezará. 24 Cuando te acuestes, no tendrás temor, sino que te acostarás y tu sueño será grato.
Mary David Allen, el nacimiento
El nombre extraño (Mary-David que lleva y pronuncia juntos) esconde una historia. Fueron dos instantes en dos días distintos que marcaron la vida de quienes los vivieron. La memoria de esos relámpagos en el tiempo -y su misterio, que solo Dios conoce- persiste en el nombre. La conocí en Dallas, Texas. La historia nos la cuenta ella y es la historia de su nacimiento en 1930.
“Dos años antes de que naciera, mis padres y mis hermanos regresaron de China donde papá había sido durante varios años misionero de la Iglesia Metodista. Se establecieron en South Carolina donde él continuó el resto de su ministerio. Era la navidad de 1929 y mamá, ya cerca de sus cuarenta años, estaba embarazada de cuatro meses. Ese día deciden hacer un paseo con toda la familia y al ir por el camino una rueda del automóvil se desprende, el vehículo vuelca y mamá es despedida y golpea contra el suelo. Ella es la más lastimada y por el impacto su cuerpo resulta paralizado desde el cuello hacia abajo. Sus músculos no responden, solo habla y mueve los ojos. Pasan los días y los meses y Mary –ese era su nombre- no se recuperaba del accidente sino que su situación física comenzaba a deteriorarse. A mediados de abril los médicos deciden hacer una cesárea de urgencia, quizás porque consideran que el deterioro de su salud se acelera y que su vida no se prolongaría hasta alcanzar los nueve meses de embarazo. Buscan salvar al bebé y programan la intervención para el día siguiente”.
Ahora sucede lo inesperado, lo que imprime su huella en la vida. El milagro oculto que solo Dios conoce. Continúa su relato Mary-David: “Al día siguiente, horas antes de ir al quirófano, mi mamá todavía paralizada en todo el cuerpo y con sus músculos inertes, comienza el trabajo de parto. El bebé puja y sus músculos reaccionan. Los médicos no entienden cómo esto puede suceder en un cuerpo inmóvil cuyos músculos están paralizados. Pero dejan que su cuerpo trabaje. Al cabo de unos momentos da a luz de modo natural a una niña... En el parto y por la excesiva pérdida de sangre fue necesaria una transfusión y su sobrino, llamado David, contribuyó con su sangre.”
“A la bebé le pusieron por nombre Mary-David, por mamá y por mi primo. He utilizado los dos nombres juntos toda mi vida. Mamá murió antes de cumplirse el mes de mi nacimiento.”
Oramos
Te damos gracias Señor por las bendiciones que de ti recibimos.
Te damos gracias por el milagro del nacimiento de cada nueva criatura.
Reconocemos que en cada bebé está impresa tu imagen
y por eso debemos cuidarlo y amarlo.
Vemos en ellos un nuevo milagro tuyo, milagro de la vida y el amor.
Señor, lleva siempre en tus manos a cada niño.
Guarda los pasos de cada niña.
Acompáñalos en la vida y muéstrale siempre tu amor.
Confiamos que en tus manos ellos y nosotros estamos.
Bendícenos con la tranquilidad de saber que estás miras nuestras vida
y nos acompañas.
Oramos en el nombre de Jesús.
Amén.