Iglesia Evangélica Metodista de Martínez

Pastor: Marcelo Mondini

Creemos en Jesús como Señor y Salvador

 (Fragmento de P. Andiñach, “Génesis” en el  A. Levoratti (ed.) Comentario bíblico latinoamericano, Tomo 1, Estella, Verbo Divino, 2005, pp. 205-207.) 

Génesis 25 y 27 bis

Isaac bendice a Jacob

(la historia continúa…)


6-17. Esaú se fue a cazar los animales para preparar la comida que Isaac le había pedido. Es cuando Rebeca se pone en campaña para ganar la bendición para Jacob, su hijo preferido. Cocina dos cabritos, viste a Jacob con ropas de Esaú, coloca pieles en sus brazos y cuello, e instruye cada momento a Jacob sobre lo que tiene que hacer. Jacob aparece temeroso pero no se opone a engañar al padre sino por el hecho de que duda de 

Fresco medieval que muestra a Jacob y Rebeca engañando a Isaac.

Fresco medieval que muestra a Jacob y Rebeca engañando a Isaac.

sortear la prueba del vello de su hermano y su carencia de él. La madre en cambio está dispuesta a asumir el riesgo de la maldición para lograr su objetivo. A diferencia de Isaac que está envejecido y limitado por la ceguera, Rebeca se presenta activa y ágil. Ambos dan la sensación de estar dispuestos a engañar a Isaac, al menos en lo que respecta a la bendición. 

18-29. Luego de tantos recaudos de Rebeca casi fracasa el plan cuando Jacob no imita la voz de su hermano. El padre duda cinco veces sobre la identidad de quien está con él: sospecha por la prontitud de su regreso y pide tocarlo; reconoce la voz de Jacob pero la piel de Esaú; le vuelve a preguntar si era Esaú (v. 24); y finalmente le pide que lo bese con la intención de captar su olor. Las ropas que Rebeca le había puesto a Jacob no tenían la intención de que las viera –pues era ciego- sino que transmitieran el aroma de Esaú al cuerpo de Jacob. Quizá esta insistencia de Isaac esté basada en la sospecha sobre lo que su mujer podría tramar más que sobre el temeroso y dubitativo hijo. Es obvio que su preocupación tenía fundamento. 

El relato no oculta la preferencias de los padres hacia uno y otro hijo. La bendición que Isaac da creyendo que es Esaú denota también su inclinación hacia Esaú. La da de un modo que no deja lugar para el hijo menor. Le otorga el rocío y la tierra fértil, el sometimiento de los pueblos vecinos y de sus hermanos, la bendición y maldición de quienes lo hagan con él. Isaac está dando todo a Esaú y negando todo a Jacob. También esta actitud tendrá su alto precio para él.

Jacob cubierto de pieles y dándole comida a Isaac.

Jacob cubierto de pieles y dándole comida a Isaac.

30-40. Es dramático descubrir el engaño y la imposibilidad de revertir al situación. “¿No has guardado bendición para mi?” pregunta Esaú y la respuesta es que habiendo puesto a Jacob como señor de él ¿qué queda para darle? Al estilo de la época, se considera que la palabra dada era definitiva e irreversible.  Isaac no puede desconocer lo que ha hecho, aun cuando lo hizo engañado.  Es allí cuando Isaac capta la tragedia que él mismo ha desatado al dar todo a un hijo y no guardar algo de su bendición para el segundo hijo. Su disputa con Rebeca lo ha hecho perder el sentido de equidad y se ha quedado sin nada para Esaú. Ante la insistencia de Esaú las palabras de Isaac (vv. 39-40) no son una bendición sino un anuncio del destino de su vida. Estará sometido a su hermano y no gozará de los beneficios de la naturaleza. Su vida estará signada por las dificultades y los peligros en una tierra infértil y seca.

41-46. A todo lo anterior se suma haber creado enemistad entre los hermanos al punto que Esaú decide esperar que fallezca el padre para luego asesinar a su hermano Jacob, lo que nos hace recordar  la historia de Caín y Abel. 

El episodio se cierra con Rebeca organizando la huida de su hijo. Por la condición de Isaac, su muerte puede suceder pronto y Esaú buscará cumplir de voluntad de asesinar a su hermano. Para proteger a Jacob es necesario que vaya a morar lejos por un tiempo. El argumento –por otro lado cierto, lo que no es poco en esta historia- de que debe buscar mujer entre la propia parentela sirve a Rebeca para lograr que Isaac lo envíe con su cuñado Labán. Como si no fuera suficiente derrota, la expresión despectiva de Rebeca hacia las mujeres hititas alude a las esposas que Esaú había tomado (26,34-35). 

Isaac bendice a Jacob ante la presencia de Rebeca, mientras Esaú mira desde lejos.

Isaac bendice a Jacob ante la presencia de Rebeca, mientras Esaú mira desde lejos.

Al final de este episodio, vemos que en el origen de lo que luego serían las doce tribus y la conformación del pueblo de Israel hay una mentira y un desprecio por la autoridad del padre. Es la esposa y el hijo menor que conspiran contra el padre, y el padre que busca dar todo a uno solo de sus hijos que deja en la desgracia a su preferido.

Es una historia para no repetir.