Iglesia Evangélica Metodista de Martínez

Pastor: Marcelo Mondini

Creemos en Jesús como Señor y Salvador

 La Palabra y la oración nos unen y nos dan fuerzas…

La vida en el planeta está amenazada.  Lo oímos cada vez más y de personas con autoridad, que saben de qué hablan.  Hace 60 años el riesgo era el fuego nuclear; hoy parece ser un peligro mucho grave y temible: nosotros mismos.  La especie humana amenaza con destruirlo todo. Sin embargo no es una lucha perdida. Son millones los que trabajan para recuperar la creación, los dones de Dios, la casa común.  El Señor lo dijo de muchas maneras pero en Deuteronomio 30:19-20nos plantea con crudeza la opción y nos dice qué hacer. No quiere de elijamos mal, por desidia o por pereza.  “¡Escoge la vida!” nos aconseja con su amor.  Albert Schweitzer hace más de cien años sintió el llamado a cuidar la vida de todos y percibió que la vida de cada persona estaba unida al destino del planeta. Hoy lo evocamos para que nos aliente a reflexionar sobre nuestras propias opciones. 

…os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia,  20 amando a Jehová, tu Dios, atendiendo a su voz y siguiéndolo a él; pues él es tu vida, así como la prolongación de tus días, a fin de que habites sobre la tierra que juró Jehová a tus padres, Abraham, Isaac y Jacob, que les había de dar". 

Albert Schweitzer o reverenciar la vida

Nació en ese lugar donde Alemania y Francia se cruzan pero fue francés. De joven desafió al pensamiento con sus ideas nuevas sobre la vida de Jesús y sobre las consecuencias éticas de su predicación. Se dio cuenta que de poco servía ser cristiano si el amor al prójimo proclamado en la Biblia no se traducía en una radical defensa de la vida en todas sus formas, en especial en la protección de la dignidad del ser humano.

Era un teólogo de renombre cuando a los treinta años decide estudiar medicina y cirugía con el fin de dedicar su vida a ayudar a las comunidades más pobres y violentadas de su tiempo. Hacia 1913 lo vemos trasladándose a Lambarené, en la actual Gabón, una nación sobre el Atlántico africano. Allí funda un hospital y atiende a miles de personas. La lepra y el “mal del sueño” –una enfermedad mortal de aquella región- aquejaban a la mayoría de los que llegaban a atenderse. Albert los trataba con cariño, los respetaba, les hacía sentir que eran importantes por el solo hecho de haber nacido. No solo la medicina curaba sino que esta iba acompañada de la profunda convicción de que toda persona es única y preciosa a los ojos de Dios.

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Pero ser médico no lo hizo abandonar sus otras dos pasiones. Era músico y era un eximio organista. Elaboró un estilo de ejecutar las piezas de Bach que hasta hoy se utiliza y valora. Y no dejó de escribir. Sus escritos sobre filosofía y teología pueden resumirse con el título de una de sus obras: Reverenciar la vida. Schweitzer sostenía que desde el pequeño escarabajo hasta el imponente elefante estaban aquí con un propósito y su vida debía ser protegida y reverenciada. Aquello sagrado impreso en cada ser no podía ser destruido bajo ningún argumento. Y si la vida de un coleóptero era sagrada, cómo no lo sería la de cada mujer y varón que habitan esta tierra. 

Como toda su generación, vivió la tragedia de las dos grandes guerras mundiales. Se opuso a ellas y dedicó parte de su vida a proclamar que el armamentismo y el uso de la energía nuclear como arma de guerra era algo detestable y que consumía los recursos financieros que debían aplicarse al desarrollo y el bienestar de la población del mundo. Sin guerras y sin armas alcanzaría el dinero para que la humanidad dejara de padecer hambre, ignorancia y violencia. No le hicieron caso, y aun hoy convivimos con esos flagelos entre nosotros.

Que haya recibido el Premio Nobel de la Paz y que su sobrino fuera Jean Paul Sartre agregan algunos datos anecdóticos a su vida.

Oramos 

Hoy te pedimos por la vida en todas sus formas:

Por el agua que nos diste para beber,

Por los bosques y su sombra fresca en el día caluroso,

Por el aire que nos rodea y nutre, que nos recuerda a tu Espíritu, 

invisible y siempre presente.

Por el fuego que nos ilumina, nos reúne en torno a él, y nos hace sentir tu cercanía. 

Te pedimos por la vida que bulle en los niños y los ancianos.

Por quien trabaja y quien descansa; por quien canta y por quien calla.

Por los que transforman con sus manos la materia. 

Por quien crea y nos deleita con su obra.

Por los que juegan; por los que bailan; por quienes comparten sus dones.

Por los ojos que miran asombrados la maravilla de la luz entre las ramas.

Te pedimos Señor que cuides la vida, la nuestras y la de cada

hermano y hermana. 

Oramos en el nombre de Jesús.Amén.