Iglesia Evangélica Metodista de Martínez

Pastor: Marcelo Mondini

Creemos en Jesús como Señor y Salvador

 (Fragmento de P. Andiñach, “Génesis” en el  A. Levoratti (ed.) Comentario bíblico latinoamericano, Tomo 1, Estella, Verbo Divino, 2005, pp. 390-395.)

Génesis 18 y 21

18,1-15. Promesa de un hijo

Esta unidad abre al complejo de narraciones de los capítulos 18-19 originalmente autónomas entre sí que plasmaron en una forma que da cuenta simultáneamente de varios temas. El anuncio del nacimiento de Isaac, la destrucción de Sodoma, la suerte de Lot y el origen de moabitas y amonitas se entrelazan a través de un hilo narrativo que no tiene necesidad de ser desmantelado pues su vinculación es tan íntima que hacerlo haría perder el sutil balance que el autor logró imprimir en el texto. La extraña presencia de tres hombres en la casa de Abraham que le anuncian la pronta llegada de un hijo de Sara se explica porque la historia de la destrucción de Sodoma los incluía y al unirse las narraciones obraron de mediadores de Dios o como veremos quizás de Dios mismo..

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Abraham conversa con las visitas mientras Sara escucha desde la tienda.


Esta unidad se abre anunciando que Dios  se apareció a Abraham en su tienda en junto a la encima de Mamré. El v. 2 cuenta que eran tres hombres y que Abraham los agasaja e invita a quedarse. Es difícil determinar si uno de ellos era Yahvé o si los tres representan a la divinidad. La respuesta no es sencilla pues en 19,1 se nombra a dos ángeles llegando a Sodoma pero en ningún momento se los desglosa del tercero faltante. Todo indicaría que Dios está presente en las tres figuras. El v. 3 puede sugerirnos que Abraham entendió que se trataba de una visita de Dios mismo, pero el desarrollo de la narración no corrobora esta idea. Los detalles del lavado de pies y el descanso bajo un árbol, así como la preocupación por la comida ponen de manifiesto que Abraham los considera personas que pasaban por el lugar en viaje a otro destino. Entonces Abraham no sabe de quien se trata pero los atiende diligentemente haciendo preparar un becerro y tortas cocidas por Sara. Cuando nada parece indicarlo y el lector espera las palabras de gratitud de las visitas, se dirigen a él y le preguntan por Sara.


Al anuncio de que Sara iba a concebir se le oponen cuatro obstáculos: 

  • que ambos eran ancianos (v. 11a).

  • que Sara ya no menstruaba (11b).

  • que Sara se ríe mostrando incredulidad (v. 12a).

  • que ella ya no tiene deseo sexual que la incline a buscar a su esposo (v. 12b). 


Esta insistencia en los problemas se pone para resaltar la voluntad divina de darle un hijo de Sara. En el v. 13 Dios pregunta a Abraham por qué se ha reído Sara. Es curioso que no se lo pregunte directamente a ella. El texto no parece considerar esta risa como ofensiva (ver lo mismo en 17,17) sino producto de que Sara considera que los hombres están opinando sobre cosas de mujeres que desconocen. Tampoco Sara ve en estos visitantes a Dios mismo sino que los considera viajantes en camino. 

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Sara se ríe. “Estos hombres no saben de cosas de mujeres…”


Los vv. 13-15 finalizan la unidad. Ahora se dice que es Dios quien pregunta a Abraham acerca de la risa de Sara. Este había sido presentado en 18,1 y ahora retoma explícitamente la voz. Señala dos cosas: que ha de volver y que Sara tendrá un hijo. Ambas cosas son repetición del v. 10. La segunda se cumple en el cap. 21, la primera no parece llevarse a cabo. Cuando Sara descubre que está ante Dios  niega haberse reído, pero la afirmación de que efectivamente lo había hecho y la permanencia de la bendición del hijo revelan que su actitud no era una falta delante de Dios sino más bien desconfianza frente a los visitantes desconocidos.


21,1-8   Nacimiento de Isaac
El nacimiento se plantea como la continuación de las escenas de 18,1-15, especialmente como cumplimiento de aquella promesa. En el medio se sucedieron las narraciones sobre Lot y Abimelech –esta última aún inconclusa- las que habían relegado el tema a un segundo plano, a la vez que el nacimiento de Ismael parecía dar por cumplida la promesa y cerrada la cuestión. Pero la expresión “según el tiempo de la vida” referida a Sara (v. 18,10.14) ponía límites a las expectativas, y así ahora se deja bien claro que esto ocurre “en el tiempo que Dios le había dicho” y a Sara misma. El texto juega por un lado con lo sobrenatural de una concepción en la vejez de ambos, y por el otro con la sujeción a los tiempos biológicos naturales. Dios no actúa fuera de esa leyes sino que las utiliza para mostrar su voluntad creadora.                                               

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El nombre Isaac tiene que ver fonéticamente con el verbo reír. La vinculación no es nueva ya que en 18,12-15 Sara se había reído al oír la posibilidad de concebir a su edad. Ahora se suma la ironía de que quien se entere de esta concepción se reirá de sorpresa y quizá con cierta malicia por considerar a una anciana dando a luz y amamantando (vv. 6-7). De modo que el nombre del niño recordará tanto la incredulidad de la madre y el padre (17,17) como la posterior aceptación de ambos de lo inesperado, de la sorpresa que Dios les dio.

El destete se producía regularmente a los tres años de edad e indicaba que se había superado el período crítico de los primeros años donde la mortalidad infantil era muy alta. El banquete entonces se justifica porque celebra la vida preservada del niño y su futuro como heredero de las promesas. Hay alegría en la casa por el hijo que ha nacido y porque el Señor protege su vida.

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Con esto se cumple la promesa. Pero todavía hay mucha agua que debe correr bajo el puente.