La Palabra y la oración no unen y nos dan fuerzas…
Hay personajes en la Biblia que suelen pasar inadvertidos. En algunos casos porque están en libros que leemos poco, en otros porque su mención es breve y quizás insignificante; pero hay casos que podemos sospechar que no los visitamos porque sus historias nos avergüenzan. Sin embargo la Palabra de Dios está escrita para ser leída y buscar su enseñanza, su mensaje para nuestros días (el de cada generación). Por oscura que sea la narración llevará siempre un mensaje de esperanza, de vida y de invitación a renovar nuestra fe. En esta semana evocamos la historia de la única hija mujer de Jacob que es mencionada, ya que como es sabido, en las listas y genealogías no se anotaban las mujeres. Se trata de Dina, la hija de Lea (Gén 30:21), y su relato está en el capítulo 34 de Génesis.
Genesis 34:1-2. Dina, la hija que Lea había dado a luz a Jacob, salió a ver a las hijas del país. Y la vio Siquem hijo de Hamor, el heveo, príncipe de aquella tierra; la tomó, se acostó con ella y la deshonró."
Dina, la curiosa
No por trágica hemos de omitir esta historia de la Biblia. Y lo peor es que involucra buenos sentimientos, cosas que queremos rescatar pero que desataron una espiral de violencia y sangre. Es el capítulo 34 del libro del Génesis. La protagonista se llama Dina, la única hija mencionada de la descendencia de Jacob. Muy poco sabemos de ella pero sabemos algo esencial y maravilloso: era curiosa. Y quiso conocer a otras mujeres de su tierra. Salió de su aldea y fue por los caminos en busca de amigas.
En los caminos quiso el destino que se cruzara con un desalmado. Siquem la violó y luego –para eludir el castigo- dijo que se había enamorado de ella y pidió a su padre que la casase con él. Allí comienza la segunda tragedia. Los hermanos de Dina buscan vengarla y solicitan a los del pueblo de Siquem que se circunciden como condición para dejar casar a Dina con Siquem y además para que ambos pueblos habiten juntos y comiencen a intercambiar bienes y mujeres. Así lo hacen y al tercer día, cuando la herida de la circuncisión los ha debilitado, dos hermanos de Dina, Simeón y Leví, atacan el pueblo y asesinan a todos los varones y toman como cautivos a los niños y las mujeres.
El nombre hebreo Dina está relacionado con el juicio y la justicia. De ese nombre derivan el verbo que significa “juzgar”, el sustantivo abstracto “juicio”, y los sustantivos dan y dayyán ambos con el significado de “juez”. El nombre propio Dan (“juez”) es la forma masculina de Dina. Quizás no debamos exagerar estos vínculos lingüísticos, pero tampoco es buena idea soslayarlos. Este juego de palabras es una invitación a indagar dentro de esta historia trágica en la cual una mujer llamada Dina es víctima de violencia sexual y donde a la vez este acto desencadena la espiral de violencia entre dos pueblos vecinos, los que deberían vivir en armonía.
Sé que estas cosas nos están vedadas pero quisiera disponer de unos minutos con Dina para decirle estas palabras: No dejes de ser curiosa. Sal al mundo a ver qué hay detrás del muro, cómo viven los demás, qué lengua hablan, qué gustos hay en su paladar, cuáles son su anhelos. Nada de lo aquí relatado es culpa tuya. Lloremos juntos por las mujeres y los niños que se llevaron tus hermanos. Y luego vuelve a caminar que hay mucha tierra por conocer.
(Génesis 34)
Oramos
Te pedimos por tantas mujeres que no son valoradas y que sufren discriminación.
Oramos por las mujeres que se sienten hundidas y sin estima personal; por las que son, como lo fue Dina, víctimas de la violencia.
Oramos por las mujeres y niñas que sufren al verse tratadas como objeto de venta y son cosificadas y humilladas.
Te damos gracias por aquellas mujeres que con su constancia, su trabajo, su ternura, su solidaridad, y su fe, enriquecen nuestra vida y nos muestran su energía y decisión.
Te pedimos por nuestra Iglesia, para que a través de ella podamos contribuir a una mayor igualdad y respeto, a quebrar barreras que discriminan y lastiman la vida.
Oramos y pedimos todo esto en el nombre de Jesús, nuestro Señor. Amén.