Queridos hermanos de la iglesia:
La semana de la independencia nos hace pensar en lo bueno de tener un país, leyes, instituciones que organizan nuestra vida. Entre las leyes fundacionales está la que condena la esclavitud. Por cierto que toda institución puede mejorarse y debemos ser críticos de ella para no caer en pensar que vivimos en el mejor de los mundos. Por otro lado es cierto que en la Biblia no hay un rechazo explícito de la esclavitud, cosa que por otra parte sería un anacronismo. Pero también es cierto que el Antiguo Testamento tiene leyes que limitaban el poder de los amos e incluso obligaban a liberar al esclavo al cabo de seis años (Éxodo 21:2). Y que a partir de Cristo las diferencias nacionales, raciales o de posición social quedan diluida por su sola presencia. Nuestra Constitución Nacional condena la esclavitud, y con eso nos acerca al ideal cristiano de igualdad ante Dios de todas las personas.
Lectura bíblica: Gálatas 3:26-28
…todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús, pues todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.
Constitución Nacional, artículo 15
No es habitual encontrar poesía en los textos legales. Densos y aburridos, están redactados para que se discutan en los tribunales, para que llenen expedientes y para que los abogados en el foro los invoquen o soslayen según hagan florecer o marchitar sus argumentos.
Pero en 1853 los legisladores plasmaron en estas palabras la vocación de dignificar a cada persona, a cada ser humano que habita el mundo. A mis oídos suenan como la mejor poesía, aquella que llena nuestro espíritu:
En la Nación Argentina no hay esclavos: Los pocos que hoy existen quedan libres desde la jura de esta Constitución; y una ley especial reglará las indemnizaciones a que dé lugar esta declaración. Todo contrato de compra y venta de personas es un crimen de que serán responsables los que lo celebrasen, y el escribano o funcionario que lo autorice. Y los esclavos que de cualquier modo se introduzcan quedan libres por el solo hecho de pisar el territorio de la República.
Tres cosas se dicen en estas pocas líneas y las tres nos emocionan: Que aquí no hay esclavos; que toda compra o venta de personas es un crimen; y que quienes siendo esclavos lleguen a estas tierras “quedan libres” por el solo hecho de pisar el suelo patrio, este último párrafo agregado en la reforma de 1860.
Para llegar allí la historia fue sinuosa y fue cruel con muchas personas. La Asamblea de 1813 declara que los hijos de esclavos que nacieran a partir del 31 de enero de ese año eran declarados libres. En 1825 se enseña en la Universidad de Buenos Aires que la esclavitud es un delito, en base a los textos del profesor y jurista argentino Pedro Somellera. Diez años más tarde se cambia el docente y con él la bibliografía y se utilizan los argumentos del español José María Álvarez que dice que el esclavo es “hombre pero no persona jurídica” y que “puede ser vendido, legado y donado como cualquiera de las otras cosas que están en nuestro patrimonio”. Agrega, para escarnio nuestro, que la esclavitud “se halla aprobada en la Sagrada Escritura”. Para ese entonces había nuevamente formas solapadas de esclavitud en estas tierras.
Hoy el artículo 15 es casi una reliquia, bella y brillante. Pero debe estar allí para que no olvidemos que la esclavitud ha adquirido otras formas contra las que hay que luchar. Se agazapa en la última sala del prostíbulo, se oculta en el contenedor con inmigrantes, en los talleres textiles clandestinos, en el trabajo infantil que tritura la niñez, esa joya única que toda persona merece vivir.
Te pedimos Señor por las personas que hoy sufren malos tratos y violencia.
Sabemos que tu amor también les llega,
pero anhelamos que puedan vivir en paz y que la calidez de ese amor les de esperanza.
Te pedimos por las madres que sufren por sus hijos.
Por los padres que no ven un futuro para sus hijas.
Oramos para que tu evangelio de buena noticia sea una realidad en sus vidas,
Y así sepan que esa no es tu voluntad. Tu los quieres sanos y fuertes, enfrentado la vida.
Pedimos por quienes desperdician el alma, la gastan en cosas vanas o estériles.
Hazles ver la luz de tu palabra que da fuerza para enfrentar cualquier enemigo del corazón.
Oramos por la niñez, aquellos que están tristes y sin compañía. Pon tu mano tibia en la cara fría, en los cuerpos lastimados.
Señor, pedimos que nos des fuerzas para orar por otros. En tu nombre, Amén.