Queridos hermanos de la iglesia:
Hoy vamos a pensar en el amor de una pareja. Rebeca e Issac se conocen a la usanza de la época, pero se enamoran desde el momento en que se ven. Y nos dejan una historia que merece ser leída y meditada. Ellos representan a todos los que viven queriéndose y cuidándose. Quienes conozcan la historia sabrán que luego habrá momentos difíciles entre ellos, pero ¿quién puede estar exento de ellos? Isaac y Rebeca formaron una familia de la que hasta hoy seguimos evocando.
Lectura bíblica: Génesis 24:63-65
Había salido Isaac a meditar al campo, a la hora de la tarde, y alzando sus ojos vio los camellos que venían. 64 Rebeca también alzó sus ojos, vio a Isaac y descendió del camello, 65 pues había preguntado al criado: ¿Quién es ese hombre que viene por el campo hacia nosotros? Y el criado había respondido: -- Este es mi señor. Tomó ella entonces el velo y se cubrió.
Una historia de amor: Rebeca e Isaac
Las cosas eran distintas en tiempos de Abraham. El padre estaba preocupado por conseguirle una mujer a su hijo Isaac pero tenía sus condiciones. No debía ser de Canaán, sino de su propia tierra, de la región de Najor; pero Isaac no debía ir a Najor, debía quedarse en Canaán. El asunto era complicado, de modo que llamó a un siervo y le encargó ir hacia aquellas tierras en busca una esposa para su hijo Isaac.
El siervo tomó diez camellos, un grupo de hombres que lo acompañara, regalos de la mejor calidad, y salió en caravana a buscar la joven. El siervo también tenía sus propios métodos para identificar a la joven. Pensó: si le pido agua y me la da y luego ella dice también a tus camellos voy a abrevar ¡esa es! Si no sucede así no será la mujer que busco. Esa sería la señal. Cuando llegó a las puertas de Najor vio que salía una mujer joven y virgen con un cántaro al hombro. Era Rebeca y Rebeca era hermosa. El siervo se acercó y le pidió agua... y ella le dio de beber y le dijo: también a tus camellos les daré de beber.
El siervo estalló de alegría. La joven no debe haber entendido que sucedía; menos aun al ver que el extraño le puso un anillo en la nariz y dos brazaletes de oro puro en sus brazos.
Luego el siervo explicó a la familia de la joven cuál era su misión y cómo había llegado hasta allí en busca de los parientes de Abraham. Betuel, el padre, su hermano Labán y todos se alegraron mucho, en particular de saber que tenían un pariente rico y que la hija se iba a casar con su único heredero. Pero los sentimientos no son tan simples y la madre y Labán – que percibieron que no verían más a Rebeca- pidieron que se quedara todavía diez días con ellos. Como el siervo insistió en no demorarse decidieron consultar a Rebeca. Rebeca, deseosa de casarse, de descubrir un nuevo mundo, de expandirse en otra tierra, no dudó en pedir salir ese mismo día. Para ella no había conflicto entre el cariño a su familia y la atracción de lo desconocido.
El resto de la historia se puede resumir así: cuando estaban llegando a casa de Abraham, Rebeca vio de lejos a un joven. Casi en el mismo momento los ojos de Isaac se cruzaron con los de Rebeca. Ella –todavía de lejos- preguntó quién es ese y le contestó el siervo, ese es el que te espera. Con pudor, con delicadeza, ella se cubrió el rostro con su velo. Luego Isaac la recibió y fueron a su tienda. Rebeca e Isaac se amaron desde ese día por el resto de sus vidas.
(Génesis 24)
Oramos
Señor nuestro, hoy recordamos a quienes con amor y cariño sostienen la vida y las familias. Te damos gracias por quienes con dedicación cuidan de sus hijos e hijas, de quienes cuidan de sus padres, y de quienes atienden a las necesidades del que más lo necesita. Te pedimos fortaleza en este tiempo de pandemia y te pedimos por quienes sufren la enfermedad y la muerte. Que puedan sentir el amor tuyo expresado en la mano que acaricia, en la palabra de consuelo, en el gesto cariñoso en el dolor.
Oramos en el nombre de Jesús. Amén