(Fragmento de P. Andiñach, “Génesis” en el A. Levoratti (ed.) Comentario bíblico latinoamericano, Tomo 1, Estella, Verbo Divino, 2005, pp. 369-375.)
Génesis 2-3
1er. PERÍODO: HISTORIA DE LOS CIELOS Y LA TIERRA (2,4-4,26)
El primer período de la historia abarca desde la creación del varón hasta la mención de la primera vez que se invocó el nombre de Yahvé. Es un relato bastante homogéneo aunque pueden distinguirse dentro de él escenas y ciertas tareas de composición que le dan una dinámica particular. A diferencia de lo narrado en el Preámbulo donde la pareja humana es convocada a la tarea de gobernar la tierra hacia el final de la obra creadora de Dios, en este caso casi desde el comienzo al varón le es dada la labranza y el cuidado del huerto como actividad propia. En seguida le será dado poner nombres y luego vendrán otras tareas, mostrando al ser humano involucrado desde los primeros momentos en la función de ser colaborador de Dios en el desarrollo de la creación.
Este período narra no solo la creación de la pareja humana sino también las dos transgresiones iniciales, las que se yerguen como paradigmáticas y fontales frente a las siguientes. El querer ser como Dioses -rechazando las identidad y el destino humano- y el fratricidio son identificados por nuestro texto como los pecados con que se inicia la historia humana. De modo que al finalizar el período ya han sido presentados tanto la acción creacional de Dios como la acción humana de transgresión y rebeldía como parte de una misma historia. Esto nos debe prevenir sobre la concepción que supone un estado ideal primitivo y sin pecado y una caída posterior en la oscuridad del error. Más bien esta narración nos da una imagen realista de la experiencia humana donde la desmesura y la violencia fratricida son parte de su conducta desde el mismo comienzo y no como un segundo paso en el desarrollo de la historia. Es una conducta rechazada por Dios (3,8-24) pero respetada por ser producto de la libertad dada a la pareja. En la estructura de este pasaje distinguimos las siguientes unidades:
2,4-17 El varón en el huerto
2,18-25 Creación de la mujer
3,1-7 La desmesura de Adán y Eva
3,8-24 La expulsión del huerto
4,1-16 La irrupción de la violencia fratricida
4,17-24 Descendencia de Caín
4,25-26 Nacimiento de Set
2,4-17. El varón en el huerto
Lo primero creado es el varón, incluso antes de que Dios hiciera el huerto. Se nos dice que lo hizo del polvo del suelo y que le puso aliento para hacerlo un ser viviente. Hay un juego de palabras entre varón ( ́adam) y tierra ( ́adamáh) que profundizan la relación entre el ser creado y la tierra misma. Estas dos características del varón son compartidas con el resto de los animales, aunque en este pasaje el aliento de vida lo reciba solo él. Su materia prima es la tierra, su signo vital es el aliento o soplo. Por este soplo se distinguía un cuerpo vivo de uno muerto. No hay razón en el texto para pensar que mientras el cuerpo es de polvo perecedero el aliento es de espíritu inmortal, como una lectura influída por el helenismo dio en interpretar. La imagen presentada es la de un ser en consonancia con el resto de los seres vivos aunque estos aún no fueron creados. Más bien la preeminencia del hombre está dada por la capacidad de labrar la tierra (2,5) –es decir de dominarla-, y luego de dar nombre a la creación, otro símbolo de poder sobre ella.
El hecho de que sea creado el varón en primer lugar indica que la narración está fuertemente marcada por la ideología de la sociedad patriarcal de aquel tiempo. El lugar social de la mujer era secundario y esto queda reflejado en la historia fundante que da sustento a la realidad de modo de legalizar esa práctica y otorgarle el bendición de Dios. En ese sentido debemos asumir estas limitaciones del texto –y tantas otras- como producto de la revelación contextual de Dios, las que por un lado en muchos casos fueron corregidas o matizadas en los textos mismos (ver párrafo siguiente), o en otros es tarea del intérprete poner en su lugar histórico el pasaje y actualizarlo en base a una comprensión que tenga en cuenta la visión de otros textos bíblicos.
A continuación el verbo plantar (2,8) expresa la acción de Dios. Es un verbo que uno espera encontrar aplicado a un ser humano, pero aquí es el Creador el que planta el huerto para colocar al hombre en él. Ya entonces el énfasis está puesto en el funcionamiento de la leyes naturales donde Dios crea a partir del movimiento normal de ellas pero con una evidente actitud de intervenir en la planificación de ese huerto: su aparición no es azarosa sino que responde a una intención explícita de dar lugar al hombre. Es necesario olvidar la idea de un jardín de placeres como tanto se lo ha descripto desconociendo el texto mismo. Este dice que el hombre es puesto allí para labrar el lugar y en consecuencia para que produzca los frutos que les son dados para comer. Es entonces un lugar para trabajar, no solo de esparcimiento. Pero lo que se quiere resaltar es que el trabajo humano da como resultado lo necesario para comer y para el bienestar. En el huerto el hombre disfruta de lo que produce y el trabajo no es una carga tediosa ni amarga porque es el medio para crear las condiciones de vida que Dios le ha dado. Esta situación es clave para entender el sentido del relato porque es contradictoria con la experiencia social del Israel antiguo, siempre sometido a distintos imperios y obligado a trabajar para el bienestar de otros.
La mención de cuatro ríos tiene un valor simbólico y no geográfico. Sin duda la única región conocida por Israel con esas características era la Mesopotamia donde había permanecido cautivo por setenta años. Pero la intención es menos señalar un lugar como la de aludir a que toda fuente de agua provenía de ese huerto primordial. Es la importancia que tenía la provisión de agua para Israel, por otra parte tan abundante en su lugar de cautiverio y tan escasa en Canaán. Así se indica que la bendición del agua tenía su origen en ese huerto creado por Dios, del cual también provenían el oro y las piedras preciosas, objetos que eran el símbolo del poder que ellos no poseían y que en aquel tiempo creacional eran compartidos sin rivalidad.
El huerto poseía todo tipo de árboles frutales y dos árboles distintos. Uno llamado “de la vida” y otro “del conocimiento del bien y del mal”. De todos podía comer el hombre con la única limitación del árbol del conocimiento. Del árbol de la vida no vuelve a hablarse hasta 3,22-25 dando la sensación que es una tradición agregada a un relato que originalmente la desconoce. Esta simbología está presente en muchos otros mitos de la antigüedad como el Guilgamesh o el de Adapa a quienes se les ofrece pan y agua de vida que los fortalecía o los libraba de la muerte. En nuestro texto queda en suspenso su existencia y será evocado recién al cierre de la primera transgresión. Respecto al árbol del conocimiento lo que está en juego no es el saber científico ni el filosófico –que la Biblia alienta en numerosos pasajes- sino el de superar los límites de ser hombre para conocer aquellas cosas que nos exceden. Está puesto más como una prueba de la aceptación de la condición humana que como el acceso a un conocimiento concreto. Pero recordemos que a nuestro texto no le interesa describir un hecho histórico sino dar cuenta de una realidad experiencial, a saber, que el ser humano está en contradicción con Dios y con su propuesta de vida. Le interesa explicar la existencia del hambre y las injusticias, las guerras y la violencia, la opresión y la muerte. Por lo tanto no es un tipo de conocimiento lo que está en juego sino la voluntad o el rechazo de aceptar lo que Dios ha dispuesto para el hombre. La indicación de que si come de ese árbol el hombre morirá no supone la puerta de entrada de la muerte en la vida humana. El ser creado por Dios del polvo de la tierra no era inmortal antes de transgredir las normas. En un sentido distinto, esta indicación expresa la gravedad de la advertencia puesta por Dios, la seriedad del límite al que se pide respeto.
2,18-25. Creación de la mujer
El texto presenta la creación de la mujer como respuesta a la necesidad de una ayuda para el hombre. Como viene sucediendo en este relato (2,4-4,26) este mito de origen describe la situación histórica dada y su sentido, y no una situación ideal a la cual se debe ajustar la conducta humana. En todo caso eso puede valer para el Preámbulo (1,1-2,3) donde se presenta a Dios creando a su total arbitrio. Pero en este caso la relación entre texto y experiencia histórica es más dinámica. Aquí encontramos que se describe el papel social accesorio al varón que la mujer tenía en aquella época. Si la mujer era un ser de segunda categoría esta es la explicación –y justificación- de tal situación, pero también se introducen ciertos elementos que van a matizar tal experiencia histórica.
La búsqueda de una ayuda comienza por los animales, los que son creados en forma veloz y casi sin atención: animales del campo y aves de una vez. Estos son llevados al varón para que los nombre y por lo tanto gobierne sobre ellos. Poner nombre es también conocerlos, darles un lugar en la historia y reconocerlos como parte de la creación de Dios. Ya notamos que son creados de la misma materia que el hombre (tierrra, adamáh) pero en este caso no se dice que reciban el soplo vital característico del varón. Pero la intención última es la de encontrar una ayuda para él y como esto no se lograba entonces Dios duerme al varón y crea a la mujer de una costilla suya. Los símbolos presentes en este relato son profundos y por momentos contradictorios. Vamos a destacar tres elementos:
a. La mujer es creada por Dios de la misma sustancia que Adán, de su misma carne. Si el texto confirmaba la ideología de que la mujer era un ser accesorio al varón, este afirmación la relativiza al darle a ella el mismo valor creacional afirmando la igualdad de sustancia. La carne de la mujer es la misma que la del varón, y no es necesario que se diga en este caso que ella recibe el soplo de vida pues lo tiene por extensión. En este sentido es claro para el texto que ella es de distinta factura que los animales recientemente creados.
b. Adán la reconoce como de su misma carne y huesos. El texto entonces insiste en la diferencia con los animales presentados antes y entre los cuales no encontró uno que fuera de esta manera. Es claro que es Adán quien lo afirma, pero también la narración dice que fue Dios quien la creó independientemente de la voluntad de Adán, por lo cual no solo está implícito que este no podía desconocerla sino que la dignidad igualitaria es dada por la creación divina y no por decisión del varón.
c. Adán le da nombre. Como ya lo hizo con los animales y la llama mujer. Pero el nombre que le da es todavía un genérico y corresponde al femenino de varón (literalmente sería varona). Esta denominación vuelve a insistir sobre el carácter especial y diferenciado de la mujer respecto de los animales, y del vínculo biológico y afectivo con el varón. Por un lado nombrarla es gobernar sobre ella, por otro el nombre que le da la coloca a su mismo nivel, no por debajo suyo.
Es probable que este texto leído hoy nos parezca sumamente patriarcal y en un sentido lo fue en cuanto dio sustento a la realidad del carácter secundario de la mujer en la sociedad de su tiempo. Pero también puede entenderse que justamente en ese contexto esta narración llevó un poderoso mensaje de dignificación de la mujer en los términos que para la época eran comprensibles. Colocó una semilla de contradicción entre el machismo imperante e irreductible de la sociedad antigua y esta concepción creacional por la cual la mujer tenía un origen propio junto al varón y un carácter singular que la hacía el vínculo obligatorio para él. El hombre no la elige entre otras criaturas, está allí al despertar y debe aceptarla.
El v. 24 da cuenta de otra experiencia: que varón y mujer buscan unirse sexualmente y forman un nuevo hogar abandonando el propio. Lo dice del varón aunque en la tradición del antiguo Israel será la mujer la que abandonaba su casa paterna para unirse a la familia de su esposo.
El v. 25 vuelve al estado primordial al señalar que estaban desnudos y no se avergonzaban de ello. Es un anticipo que prepara la explicación del origen de ir vestidos ocultando los genitales y otras partes eróticas del cuerpo (3,7) a partir de la vergüenza adquirida como consecuencia de transgredir la norma impuesta por Dios.
3,1-7. La desmesura de Adán y Eva
La serpiente es un animal simbólico que a veces expresa la vida –por su aspecto fálico- pero en otras la muerte debido a su mortal picadura. En este relato nos inclinamos por lo segundo, ratificado en el v. 15. Lo que propone la serpiente a la mujer es que serán como dioses si desobedecen a Dios. Esto significa que en oposición a la creación del ser humano quien recibe posibilidades pero también limitaciones propias de su condición, la tentación consiste en no estar atados a esas limitaciones humanas e ir en busca de las propiedades reservadas sólo a los dioses. Estas son el poder supremo sobre toda criatura, el dominio del tiempo, el de que los seres humanos trabajen para él, la ausencia de sufrimiento y dolor, la eternidad. Esto es clave para entender luego la reacción de Dios en 8-19. Es sorprendente de que siendo la mujer desvalorizada en el texto anterior en este relato tenga un papel más activo e inteligente que el varón. Conversa con la serpiente, analiza, evalúa y decide comer. Luego le da al varón y este acepta sin más. A partir de allí saben que están desnudos y se visten, dando lugar al origen del acto de cubrirse el cuerpo por pudor. De hecho la propuesta de la serpiente se reveló falsa pues no se transformaron en dioses sino que adquirieron vergüenza de ellos mismos, la que es expresada en sus cuerpos que representan todo lo que es la persona en su exterior e interior. Contra la interpretación tradicional y popular, es necesario enfatizar que no es la sexualidad lo que caracteriza esta primera transgresión sino la desmesura de querer ser como dioses rechazando el carácter humano dado por Dios a la pareja.
3,8-24. La expulsión del huerto
Avergonzados de sí mismos, cubiertos sus cuerpos con hojas y escondidos entre los árboles deben enfrentar la realidad de lo que hicieron frente a Dios que pasea por el huerto. Las preguntas son retóricas: Dios quiere saber qué ha hecho Adán y el hombre responde que la responsable es la mujer. Consultada ella dirige la responsabilidad a la serpiente. Es de notar que Dios no se ensaña con la mujer como lo ha hecho por siglos nuestra interpretación bíblica al atribuir a ella la iniciativa del pecado. En realidad el texto no está interesado en encontrar culpables sino en dar cuenta de la condición humana: lo limitado de la vida, el sufrimiento, el trabajo desgastante, la pulsión sexual, etc. Estos están presentes a continuación en las mal llamadas maldiciones de Dios, que no son otra cosa que la explicación del carácter humano en contraste con la ansiedad de ser como dioses.
Luego de maldecir a la serpiente (esta y la tierra en el v. 17 son las únicas maldiciones presentes en este relato) y condenarla a la enemistad con el resto de sus congéneres y con la mujer, se dirige a ella y él para mostrarles las consecuencias de la decisión que adoptaron. Estas consecuencias tienen que ver con marcar su condición de seres humanos. Así las características del ser mujer y hombre en el mundo son presentadas como producto de la desobediencia humana ante un destino mejor que había preparado Dios para ellos, aunque el mismo relato no se preocupa en ocultar que no hubo un estado anterior de pureza, donde el dolor, la dominación o el trabajo
estaban ausentes de la vida. Dos son las consecuencias para la mujer: dolor en los partos y pulsión sexual hacia el hombre. En ambos casos se están describiendo situaciones humanas típicas, cuyos opuestos eran atributos exclusivos de las diosas. Ellas no sentían dolor ni morían en los partos y en ciertos mitos se decía que no necesitaban de un varón para concebir pues eran fecundadas por una fuerza divina o por ellas mismas. Así al afirmar estos actos se está confirmando la condición humana de la mujer. De todos modos la mención unilateral del dominio del hombre sobre la mujer a partir de la inclinación sexual de ella no deja de ser otro elemento propio de una cultura patriarcal. Esto será invertido en Cantares 7,11 quizá como respuesta a nuestro texto.
Al hombre se le anuncia que deberá trabajar arduamente para lograr el alimento en una tierra que ahora se revela como maldita y por lo tanto hostil. Esto no es otra cosa que la condición regular del hombre quien ha tenido que sufrir las inclemencias del tiempo para lograr una cosecha, o trabajar la tierra duramente para extraer de ella lo necesario para la vida. De ningún modo el trabajo es una maldición, sino que es presentado como la actividad a la que el hombre tendrá que dedicar su vida. Además debemos agregar que la experiencia histórica de Israel es que el mejor fruto del trabajo no queda para el jornalero sino que era entregado según la época a los monarcas locales, al emperador o estando en cautiverio a sus patrones. El v. 19 le recuerda al hombre cuál es su verdadera condición.
Los vv. 20-21 confirman esta interpretación general. Es interesante observar que el nombre Eva (derivado del verbo vivir) no parece el adecuado para una persona que acaba de ser condenada por sus faltas. Más bien es un elogio ante alguien que ha adquirido la condición de ser dadora de vida. Lo mismo sucede con el hecho de que el mismo Yahvé hace las vestimentas para cubrir los cuerpos de ambos, los cuales han dejado de ser una vergüenza para estar ahora protegidos por las ropas creadas por Dios. El remate de esta unidad le da la expulsión del huerto y el cierre de su acceso. Es la afirmación definitiva de que el ser humano deberá aceptar su condición de mortal y de trabajador de la tierra. El v. siguiente (4,1) mostrará la bendición de Yahvé hacia ellos al darles dos hijos.