(Fragmento de P. Andiñach, “Génesis” en el A. Levoratti (ed.) Comentario bíblico latinoamericano, Tomo 1, Estella, Verbo Divino, 2005, pp. 402.)
Génesis 29
Los dos casamientos de Jacob
29,1-30 Casamientos de Jacob
Este extenso relato –que continúa hasta 31,55- narra los avatares de Jacob en casa de Labán. En él vemos el estilo de las historias orientales, llenas de vueltas e intrigas, y cargadas siempre de la sospecha de que hay alguna ganancia oculta detrás de cada acto. Sucede que cuando Jacob llega a la casa de sus parientes encuentra a Raquel en el pozo de agua abrevando el ganado. Llora de alegría y le cuenta a la joven quien es él. Ella corre a anunciarlo a su padre Labán, y Jacob fue recibido con gozo en la casa.
Hay dos elementos que es necesario destacar de esta narración. El primero es que a diferencia del criado de Abraham que fue en busca de mujer para Isaac cargado de regalos (Gn 24), Jacob viene ahora con las manos vacías. Esto hace una gran diferencia. Labán lo recibe lleno de alegría como a un pariente (v. 13) pero lo pone a trabajar para él aunque le reconoce el derecho a un salario. Entonces Jacob ofrece trabajar siete años a cambio de su hija Raquel, la menor, de quien estaba enamorado. Es probable que lo exagerado de la oferta sea para tentar a Labán y evitar un rechazo, pero de hecho es un buen negocio para él no solo porque la paga es alta sino porque la hija quedaba dentro de la familia, lo que era tenido en mucha estima. Se sobreentiende que finalizado ese tiempo de trabajo volvería con ella a su casa en Canaán.
Encuentro de Jacob y Raquel, William Dyce, 1853.
Lo segundo es que al llegar el v. 16 se informa que Labán tenía dos hijas: Lea y Raquel. Raquel era muy agraciada pero Lea tenía un defecto en los ojos que la hacían menos bonita. En la noche de bodas, y luego de que Jacob trabajó siete años por Raquel, Labán la suplanta por Lea. La embriaguez provocada por el vino, la oscuridad de la noche, el velo del rostro sirvieron a los planes de Labán que quizá preveía la dificultad de casar a su hija menos grácil. De hecho a la mañana siguiente el matrimonio se había concretado sexualmente y no era posible revertirlo. Y aquí la ironía de la historia: Jacob no podía quejarse pues también él había suplantado a su hermano Esaú engañando a su padre. Estaba recibiendo al misma moneda con que había pagado. Quizás por eso acepta tan mansamente la excusa superficial de Labán que dice que no se estila casar a la menor antes que la mayor, cosa que de ser así debía haberlo dicho antes. Pero también en esto hay un dejo de ironía, pues Jacob era el menor que había usurpado el lugar del mayor en su misma casa. De todos modos Jacob acepta trabajar otros siete años, aunque Labán le dará Raquel luego de los siete días de fiesta por Lea. Es de notar que para esta época el autor asume que no existía la prohibición del casamiento con hermanas (Lv 18,18) la que se habría establecido más tarde en la legislación de Israel.
Raquel y Lea, de D. Gabriel Rosetti (1855).
En una lectura más comprehensiva, se puede ver que la terquedad de Jacob por Raquel y su rechazo de Lea no han alterado el plan de Dios quien en definitiva condujo los hilos de la historia -incluso aprovechando la mezquindad de Labán- para que por ella en Israel se cumplan la promesas de una descendencia mayúscula. En los vv. 24 y 29 se menciona que Labán dio a Zilpa y Bilha como criadas a sus hijas. Esto adelanta lo que va a narrarse en la escena siguiente cuando se cuente sobre los hijos de Jacob. De estas cuatro mujeres nacerán quienes en el futuro serán las doce tribus de Israel.