Iglesia Evangélica Metodista de Martínez

Pastor: Marcelo Mondini

Creemos en Jesús como Señor y Salvador

 

Queridos hermanos de la iglesia:

La cuarentena se prolonga y es para bien, para reducir lo más posible los contagios y la víctimas que ello produce. Es un esfuerzo grande para todos, en particular porque estar aislados no es el modo habitual de vivir, y eso nos produce pesar, a veces angustia, y en ocasiones conflictos. Quienes somos creyentes también padecemos el no poder encontrarnos con los hermanos y hermanas que tanto queremos y con quienes compartimos la fe y la esperanza en el Señor.  Por eso es que estos pequeños momentos de reflexión y oración, si bien no reemplazan el vernos personalmente, al menos nos permite comprender que igualmente estamos unidos en el mismo sentir. La Palabra y la oración no unen y nos dan fuerzas. Hoy recreamos una escena bíblica, en el lejano Egipto. Leamos primero un texto bíblico y luego el relato que lo sucede. Y compartamos una oración que dicha en el momento que podamos, hará que percibamos que estamos juntos más allá de las barreras físicas que nos alejan.  

Lectura bíblica: Éxodo 2:5-6

La hija del faraón descendió a bañarse al río y, mientras sus doncellas se paseaban por la ribera del río, vio la canasta entre los juncos y envió una criada para que la tomara.   Cuando la abrió, vio al niño, que estaba llorando. Llena de compasión por él, exclamó: Este es un niño de los hebreos.  

El niño que llora

Preparó la cesta con los ojos húmedos, con un temblor en el estómago que no podía controlar. Todo era tan absurdo, tan terrible, pero ya no tenía otra alternativa. El niño que llora revela su presencia y el castigo es la muerte. La orden era nítida e implacable. Los niños son nuestros enemigos y una amenaza para nuestro futuro; deben ser tirados al río para asegurarnos la paz y la prosperidad, proclama el decreto. Con sigilo y angustia, durante la noche, buscó el lugar donde dejarlo. Vergüenza y amargura había en sus pasos. Lo besó. Susurró un canto suave en sus oídos, casi imperceptible. Con su mano acarició las mejillas morenas y brillantes; tapó la cesta para no verlo más. 

Pasan las horas, llega la tarde y el niño llora. Es el único bebé del que se dice que llora en toda la Biblia. Y en el llanto el pequeño dice lo que quiere decir: tengo hambre, siento frío, quiero vivir, aquí estoy. Todavía no hay lenguaje ni lágrimas pero el mensaje es certero. Se agita, se mueve, espera en vano el aroma y la mano conocida de su madre.

Una joven se acerca y abre la cesta. Se le humedecen los ojos y le tiembla el estómago porque comprende lo que sucede. Pensó con horror: de los niños de los hebreos es este; y sabe del duro destino que le espera. Es hijo de un esclavo, de esos débiles, de los extranjeros que manipulan el barro. Ella trabaja en el palacio y conoce la ley y su deber de mujer egipcia. Sabe del rigor, de la lealtad al rey, de la condena a los traidores, del puñal o la celda que espera a quienes no obedecen. 

El niño ahora llora más fuerte y su llanto tiene más poder que la orden del hombre más poderoso de la tierra. La joven toma una decisión: levanta al bebé con sus brazos, le da calor contra su pecho y lo lleva a la hija del faraón. Ese día le dieron por nombre Moisés.

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Oramos

Señor nuestro, en este día queremos recordar a las madres que han perdido a un hijo o una hija; a quienes por diversas razones están lejos; a quienes tenemos en el corazón y no podemos abrazarlos. De manera especial recordamos a todas nuestras hermanos y hermanos que sufren duras pruebas por su fidelidad al Señor y muy especialmente a aquellos que mantuvieron su fidelidad en momentos difíciles, pues sabemos que el Señor cumplirá  su promesa de darles la corona de la vida.

Señor, fortalece la vida de cada persona que se siente débil y dale de tu Espíritu para que sientan tu presencia y compañía. Que sepan que no están solos pues te tienen a vos cerca. 

Y al culminar, deseamos darte gracias por aquellas personas que a lo largo de la historia han sido sensibles al dolor ajeno. Que supieron responder con amor ante el dolor y la angustia de los demás. 

Oramos en el nombre de Jesús. Amén