Iglesia Evangélica Metodista de Martínez

Pastor: Marcelo Mondini

Creemos en Jesús como Señor y Salvador

La Palabra y la oración nos unen y nos dan fuerzas…

Siempre hemos oído que los discípulos fueron doce y todos varones.  Es cierto en la medida que nos limitamos al círculo cercano e inicial que Jesús reunió.  Quizás no podía ser de otra manera en una sociedad donde la mujer estaba destinada a hacer las cosas de la casa y criar los hijos, siempre numerosos. Pero los mismo evangelios mencionan que en el grupo que seguían por los caminos a Jesús habían varones y mujeres.  Y es notable cómo con el paso de los días se menciona que un grupo cada vez mayor de personas se sumaban a los seguidores de este reconocían como el mesías tan esperado. Al llegar al ministerio de Pablo la incorporación de mujeres es evidente, pero también parece que comienzan a relajarse los temores y se empieza a mencionarlas.  Sabemos de muchas.  El caso de Julia es llamativo porque su nombre fue deliberadamente disfrazado para que no se supiera de ella.

Screen Shot 2020-08-01 at 12.26.19 AM.png

Lectura bíblica: Romanos 16:7

“…Saludad a Andrónico y a Junias, mis parientes y compañeros de prisiones. Ellos son muy estimados entre los apóstoles, y además creyeron en Cristo antes que yo. 

La apóstol Julia

En Michigan y en Dublín, en las bibliotecas, descansan los tesoros que Sir Alfred Chester Beatty reunió en su vida. Entre objetos de arte y piezas raras habita también una colección de textos islámicos, persas, chinos; junto a ellos varios papiros del Antiguo y del Nuevo Testamento. Los tres papiros del Nuevo Testamento son los testimonios manuscritos extensos más antiguos que poseemos pues quienes los han estudiado lo datan entre los años 180-200, aunque hay quien piensa que pueden ser del año 80. Sea como fuere, estamos ante testimonios muy cercanos a la época en que los documentos bíblicos fueron escritos. 

De los tres papiros del Nuevo Testamento ahora nos interesa solo uno de ellos, el llamado Papiro 46, que contiene las Cartas de Pablo. Y de ese papiro el versículo 7 del capítulo 16 de la Carta a los Romanos. Allí, en el papiro, el apóstol Pablo dice: “saluda a Andrónico y a Julia, mis parientes y compañeros de prisiones, ellos son muy estimados entre los apóstoles…” Luego menciona que ambos eran cristianos desde antes que él. No hay espacio para la duda: Julia era apóstol y quizás la esposa de Andrónico.

Esta mención de la apóstol Julia aparece también en la Biblia llamada Vetus Latina (la latina “antigua”, anterior a la Vulgata que se publica en el año 382 y la remplaza) y en la traducción de la Biblia al idioma copto, que es el egipcio tardío; es decir, las Biblias más antiguas dicen Julia. Sin embargo ese nombre es remplazado por el nombre Junias –una palabra de forma masculina- en todas las versiones bíblicas posteriores a partir del siglo V. Y así se reprodujo hasta llegar a nuestras Biblias actuales.

Es difícil ocultar la verdad y aunque pase mucho tiempo lo auténtico aflora a la superficie. Dos son los argumentos a favor del nombre Julia, ambos distintos y ambos incontestables. El primero es que los estudios de toda la literatura griega y latina antiguas, de todos los textos literarios, de su teatro y su lírica, de su historia y su filosofía, no arrojan una sola vez el nombre de Junias. Junias, como nombre, no existe. 

El segundo argumento involucra a un sabio. Hacia fines del siglo IV Juan Crisóstomo, el más grande predicador y teólogo de su época, obispo y patriarca de Constantinopla, al predicar sobre Romanos 16:7 dijo: "¡Cuán grande es la devoción de esta mujer que ella debe ser contada digna de la denominación de apóstol!" 

Juan Crisóstomo leía las Cartas de Pablo en su versión original, antes de que el prejuicio cambiara su nombre por uno masculino.

Oramos

Oramos por las mujeres que no son valoradas al decidir cuidar del hogar familiar: el cuidado de la casa, la atención a los hijos, a los mayores y a los enfermos.

Oramos por las mujeres que se sienten hundidas y sin estima personal por el acoso en el trabajo y el maltrato dentro de su propio hogar.

Oramos por las mujeres que con su constancia, su trabajo, su ternura, su solidaridad, se implican en asociaciones de vecinos, coordinadoras, movimientos, empresas y con su testimonio nos ayudan a vivir en la esperanza de que otra realidad es posible para ellas.

Oremos por nuestra Iglesia, por nosotras y por nosotros, para que seamos capaces de construir la igualdad, la fraternidad, estableciendo relaciones de justicia en casa, en la familia, en el trabajo, en las relaciones sociales y en nuestra Iglesia.

Señor, ayúdanos a ser cariñosos y pacíficos para seguir recreando tu reino de justicia y misericordia. Por Jesucristo Nuestro Señor.